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quinta-feira, 27 de dezembro de 2012

APRENDIENDO A SER "NORMALES"


Intentemos por un momento definir el concepto de “normal”. Buscando en el diccionario de las biblioteca de mi casa la siguiente definición:

“Lo que se toma como norma o regla social, es decir, aquello que es regular y ordinario para todos. Normal también es un término estadístico, que hace referencia al promedio aceptado. Lo que tienen en común las tres acepciones, es que se refieren a algo no anormal, raro o socialmente no aceptado.”

Desde el momento en que comenzamos a tener conciencia, algunos de nosotros nos damos cuenta que hay algo en nuestro comportamiento que definitivamente no es lo que los otros esperan. Pero no es difícil entender a los demás si nos ponemos en su lugar

La normalidad social se define de dos maneras:

1 - Por la realidad que las personas han visto estadísticamente en la mayoría de las personas que los rodean en un determinado ambiente.

2 - Por convenciones sociales pre-establecidas y enseñadas durante el desarrollo de la niñez, en los diferentes ambientes en los que la persona se ha ido desarrollando: núcleo familiar, escuela, barrio, etc.

Para alguien que nace en un lugar económicamente privilegiado, es muy probable que durante los primeros años de su vida piense que lo “normal” es que la gente tenga un buen pasar, hasta que pueda tomar contacto con otras realidades. Para un niño que nace en un ambiente donde robar esté bien, es muy probable que para él sea la manera “normal” de conseguir las cosas, incluso años después si ve que es la manera en que la mayoría de su círculo social lo hace, aunque otro sector de la sociedad lo condene.

Esta normalidad tiene incluso un poder muy fuerte sobre la moralidad de las personas. A tal punto que más de una vez nos preguntaremos si no será que algo en realidad no está “tan mal”, ya que todos lo hacen.

La normalidad ha tenido mucho que ver en la economía y la distribución de los recursos, en lo social y cultural. Generaciones enteras han decidido que la mejor manera de gobernar en la mayoría de las naciones, es aquella que permite que se haga lo que desea la mayoría. Los recursos económicos en un país (aunque sabemos que no es lo que suele ocurrir) se intentan organizar de manera que puedan cubrir las necesidades de la mayoría de los habitantes. Los diseños de las ciudades, de las calles, han sido adoptadas internacionalmente a manera de convención y se han vuelto algo normal de ver en todos lados.

La medicina, cada vez más, decide utilizar el método basado en la evidencia, porque es aquel que permite ver que tratamiento es el más efectivo sobre la mayor cantidad de pacientes. En las escuelas, los programas de trabajo se han adaptado para poder estimular el desarrollo de miles de niños y jóvenes, dividiéndolos en “rangos” de normalidad o grados de contenidos, para asegurarse que el proceso de aprendizaje sea lo más homogéno.

Todo esto no es porque sí, obedece una justa causa, y es la de que los recursos en esta vida no son infinitos y mucho menos lo es el tiempo. Atrás han quedado los tiempos de los aprendices, donde había un maestro que enseñaba uno a uno o a un grupo reducido. El inmenso crecimiento poblacional, la falta de recurso humano y el escaso desarrollo económico orientado a estos factores, impide que por ejemplo pudiéramos tener un maestro por alumno, adaptándose a la manera de aprender del niño, para que dicho proceso sea llevado a cabo de la manera más eficiente.

Podríamos profundizar mucho más en esta idea, pero no es el objetivo de este texto. El objetivo es mostrar cual es el dilema cuando inconscientemente esta idea de normalidad y mayoría llega a establecerse como una creencia absolutamente cierta e incuestionable.

Todas estas vivencias que nuestro cerebro ha ido y sigue absorbiendo día a día, quedan de alguna manera plasmadas en lo profundo de nuestros supuestos “normales”. Y llamo supuestos, porque llega un momento en que han quedado sepultados tan hondo, que nos hacen creer que la razón de por que las cosas son así, es porque es la única manera posible. Añadido todo esto al efecto somnífero de la normalidad: si todos lo hacen así y el mundo se mueve así… para que vamos a cambiarlo?

Y he aquí el kid de la cuestión: la respuesta a esta pregunta es lo que puede hacer que las personas que de alguna manera o en ciertos aspectos somos “diferentes” o “anormales”, pasemos de sentirnos aislados, a poder ampliar nuestros horizontes y llevar nuestro potencial al máximo.

La respuesta a la pregunta anterior es muy fácil: vamos a cambiarlo para nosotros mismos. Vamos a cambiarlo para que nos permita alcanzar nuestros propios objetivos. Los seres humanos podemos tener miles de diferencias en color, raza, altura, etc. Podemos ser más rápidos o más lentos, más o menos impulsivos, más o menos inquietos, pero tenemos una particularidad en común: todos queremos y soñamos con algo.

A pesar de que todos somos diferentes, hemos intentado por las razones que ya explicamos antes, de estandarizar los medios para alcanzar estos sueños u objetivos. A veces por razones de seguridad (por ej: es bueno saber que los médicos han realizado cierta formación antes de comenzar a asistir a sus pacientes). Otras veces por razones económicas o de tiempo. Pero el transcurso del tiempo y las influencias culturales de la sociedad fueron fortaleciendo con el tiempo la idea de que estos modelos más que ser los mejores para la mayoría (debajo de la curva de lo normal), son los únicos caminos para llegar al objetivo.

Y esto suele producir algo muy llamativo:  cuando por alguna razón no pertenecemos a la mayoría para la cual fue diseñado el “sistema”, tendemos a sentir que los que no hemos sido diseñados para satisfacer el sistema, somos nosotros y no el mismo sistema! Por decirlo en un lenguaje simple, pasamos a pensar que somos “anormales”.  Y entonces, lo que era un medio para llegar a un fin, se vuelve el fin en si mismo. Nos frustramos, y gastamos todas nuestras energías en tratar de “encajar” en ese medio, como si ese fuera el gran objetivo de nuestras vidas.

Cuando logramos renfocar este aspecto de nuestras vidas, nos damos cuenta de que gastábamos mucha energía en el medio para llegar al fin, y no para encontrar otras alternativas anormales (adaptables para la minoría que no entra en el sistema prediseñado). Sin querer entramos en una especie de carrera, donde la gente puede quedar por delante o por detrás. Esto me ocurrió mientras estudiaba Medicina. Al momento de ser estudiante, sufrí mucho de los síntomas Tics, del Déficit de Atención y el Trastorno Obsesivo Compulsivo, que obviamente enlentecían mi capacidad de retener y asociar la información que debía rendir en los exámenes.

Eso a la vez elevaba cada vez más mi grado de ansiedad, lo cual terminaba a la larga siendo contraproducente. Yo quería ser como los demás, quería ser normal. Y el medio para ser médico, que era la universidad, se volvió mi fin. Años después, mirándolo desde otra perspectiva, me doy cuenta que lo que yo pensé que era competencia, terminó siendo nada más que un pequeño paso en nuestras vidas para todos los que asistimos a estudiar a la facultad de medicina.

Independientemente de las calificaciones, del tiempo que tardamos en recibirnos, cada uno de mis compañeros siguió un camino totalmente diferente y con un desenlace totalmente impredecible. De hecho, si hubiéramos podido hacer una encuesta en su debido momento, estoy seguro que hubiéramos encontrado que cada uno tenía una idea muy diferente de lo que quería para si como objetivo, más allá que la de convertirse en médico.

En algún momento decidí dejar de utilizar en mi cabeza la palabra “normal” para asociarla a lo que “esta bien”. De hecho, comencé a pensar qué era lo que estaba “bien para mí, para Luis Lehmann”. Y este simple pensamiento, de pronto abrió frente a mí un increíble universo de posibilidades. Las opciones “normales” pasaron a ser solo eso: opciones. De hecho, me fui dando cuenta con el tiempo que lo que en algunos lugares era lo normal, en otros lugares dejaba de serlo e incluso era visto como ridículo! Con este nuevo pensamiento, se extendía ante mí un enorme campo de alternativas creativas y adaptadas a la realidad de mis sueños y objetivos.

Por esto mismo, es que aconsejo a todos aquellos que se encuentran con que no encajan en su realidad y quieren achicar sus posibilidades de crecer, de ser creativos o de hacer algo nuevo, que sean normales. Pero si lo que intentan es hallar un camino que los llene de satisfacciones, que los haga sentir especiales y únicos en este mundo, mi recomendación es otra: sean anormales, sean diferentes! Es el verdadero camino al éxito personal, es la manera más fácil de alcanzar los sueños. Los modelos para la mayoría se diseñan para ayudar a la mayor parte de la gente posible. Pero esto muchas veces no es suficiente. Cuando esto sucede, se abre una oportunidad: hay algo que no existe y espera que alguien lo haga.

A todos padres, niños y jóvenes que de alguna manera no son “normales”, este es mi mensaje: felicitaciones! Tienen una oportunidad que no se les da a todos en la vida: tienen la chance de ser creativos y hacer su propio camino. Confíen en sus propias soluciones. Después de todo, la mayoría de los casos famosos de éxito en este mundo ha sido justamente, de los que han decidido innovar.

Fonte: blog Mis Tics

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